El experimento sociológico es la
excusa recurrente para muchos formatos de televisión que, de otra manera, difícilmente,
podrían justificar su presencia en pantalla. El Contenedor (Antena3, martes
22:45 h.) es la última de estas propuestas sin pies ni cabeza.
Un formato cuyo punto de partida
es seleccionar varias familias y dejarles sin NADA. La literalidad de ese NADA permite
que la presencia de culos en pantalla sea directamente proporcional a las veces
que aparece el logo de la empresa de mudanzas que vacía las casas de los
conejillos de indias de este experimento sociológico.
A partir de ahí, y durante diez
días, deben hacer su día a día en las condiciones en las que estén y pudiendo
ir una vez cada 24 horas a un contenedor que está a 1 kilómetro de su domicilio
para recuperar un objeto por persona “el que más deseen o más necesiten”.
Más allá de un premio económico,
el programa plantea una recompensa basada en el crecimiento personal y en unos objetivos
aparentemente tan dispares como el casting que lo sustenta.
“Mis motivaciones son superarme a
mí misma. A ver hasta dónde soy capaz de llegar, hasta dónde llega mi ingenio,
y que la gente vea que se puede vivir sin todo lo que tenemos hoy día”, apunta
una de las participantes, que la primera noche se echó a llorar por tener que
dormir en el suelo.
“Comprobaremos si soy muy materialista
o no”, dice otra de las protagonistas justo después de que el espectador haya
visto el inventario de 2207 objetos retirados en su mudanza: 7 televisores, 22
cuadros, 9 espejos, 32 shorts, 19 chalecos…
“Mis hijos están acostumbrados a
conseguirlo todo sin ningún esfuerzo, y me gustaría que viesen que las cosas cuestan
mucho”, defiende el padre de familia que reconoce no poder vivir sin su Audi y
sin su televisor.
“Lo que voy a echar más de menos
es mi ropa, es ir bien vestida”, dice a cámara la madre de familia mientras se
la ve paseando con una camiseta de publicidad de un centro de adelgazamiento.
Más allá de la esencia del
programa, en lo estrictamente formal, el formato propuesto por Antena 3 es
lento, con escasa chicha, a pesar del escaparate cárnico, y poco creíble en el desarrollo, ir a desayunar a casa de una vecina,
recibir una pizza en casa que han pedido antes del despelote, que la asistenta
te traiga un bocata… no es vivir con una mano delante y otra detrás.
Ni siquiera el desnudo como
experimento sociológico, como reality o como freakshow es algo nuevo que aporte
este Contenedor. Ya hemos visto desnudos integrales en formatos como Adán y Eva
(Cuatro), en el que los participantes se mostraban tal cual, sin el más mínimo
atisbo de autocensura por parte del programa ni de pudor por parte de ellos.
Otro ejemplo de desnudez en
pantalla es Naked Castaway (Discovery Channel), reality de supervivencia
protagonizado por el “naufrago” Ed Stafford.
Y entre ambos formatos, encontramos
Aventura en pelotas (DMAX), una propuesta en la que dos desconocidos deben
sobrevivir durante 21 días sin comida, ni agua, en uno de los parajes más
inhóspitos del Planeta.
Tras este somero repaso a
formatos en los que el desnudo es protagonista, cabe la reflexión de que muchos
deberían tener en cuenta que el pudor en televisión va mucho más allá de la desnudez.
En general, la vergüenza en televisión está siempre más cerca de bordear, y en
algunos casos sobrepasar sin rubos, los límites de la estulticia más que enseñar
el culo.
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