En la década de los 90 se
popularizó el término telebasura, un paraguas bajo el cuál algunos buscaban incluir aquellos
programas de entretenimiento y, generalmente, relacionados con el mundo del
Corazón. Más allá de aplicar el término al programa que cada uno considere oportuno, es indiscutible que algunos de estos espacios cambiaron muchos de los cánones preestablecidos hasta entonces en el mundo de la televisión.
Hablamos de programas que se caracterizaban por una imagen rompedora, unos personajes histriónicos, un ritmo trepidante y unos índices de audiencia contra los que pocos podían competir. Aunque el común de los mortales admitiese no verlos.
Hablamos de programas que se caracterizaban por una imagen rompedora, unos personajes histriónicos, un ritmo trepidante y unos índices de audiencia contra los que pocos podían competir. Aunque el común de los mortales admitiese no verlos.
La cadena que ha acaparado en
España el estigma de lo que se ha venido denominando telebasura ha sido Telecinco, con programas como Crónicas Marcianas, Aquí hay Tomate, Moros y Cristianos,
Salsa Rosa y Sálvame en todas sus versiones… Aunque la revolución vino en 1997
de la mano de Tómbola, un talk show de corazón cuyo germen se localiza en Canal
9, la televisión autonómica valenciana, y a cuyo carro no tardaron en subirse
Telemadrid,
Canal Sur (que lo emitió apenas durante cinco meses), entre otras.
De la esencia de aquel Tómbola
faltón, frívolo y caótico han bebido y beben infinidad de programas, muchos de
ellos aún en emisión. Pero más allá de los contenidos, Tómbola fue uno de esos programas que establecieron nuevos
códigos a la hora de hacer televisión. Elementos que podemos encontrar intactos
en programas como La Sexta Noche basado en la actualidad social, económica y política, es decir, con un target y
una temática en principio completamente ajena. Sin embargo, no es complicado
encontrar puntos en común entre estos dos espacios a los que separan dos décadas.
-Un ritmo extremadamente vivo,
que se mantiene desde el primer minuto hasta el último. Siguiendo la máxima de
que atrapar al espectador sin darle descanso, que continuamente pasen cosas:
exclusivas, últimas horas, salidas de tono, conductas disruptivas…
-Programas maratonianos, que
arrancan en el prime time hasta ocupar el late night, e incluso el
late late night. En ambos casos más de cinco horas de duración.
-Secciones que habitualmente se
desarrollan en el mismo espacio para no sacar al espectador del plató, como por
ejemplo el set de entrevistas. Una fórmula que sirve para dinamizar el ritmo
del programa.
-Plantear dos bandos marcadamente
enfrentados. Algo así como poner a un pelotón de fusilamiento frente a otro
pelotón de fusilamiento. Cuanto más enconado sea el enfrentamiento más
secundario es el discurso. Las interrupciones, el ruido y hablar por encima de
quien tiene la prevalece sobre el debate constructivo y argumentado.
-El insulto, incluso ser
expulsado o abandonar el plató pasa a formar parte del espectáculo.
-El argumentario sesgado y
partidista es directamente proporcional a la polémica de la réplica, lo que provoca
que se polaricen las filias y las fobias del espectador.
-Un presentador, Ximo Rovira en
el caso de Tómbola e Iñaki López en La Sexta Noche, que ejerce de jefe de pista
y domador de fieras.
Dos programas a los que, además
de veinte años, evidentemente les separan muchos otros aspectos, pero que al mismo
tiempo comparten elementos estructurales que forman parte de su adn televisivo
y permanecen inalterables con el paso del tiempo.
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